Entrevistamos a Juan Pablo Suárez y Matías Butelman, fundadores de Bibliohack, una iniciativa que trabaja en bibliotecas, archivos y museos con tecnología adecuada al contexto latinoamericano, siguiendo los principios del acceso abierto y la tecnología libre. El proyecto, activo desde el año 2013, trata de impulsar nuevas redes profesionales e institucionales que permitan producir y liberar recursos,  sumando masa crítica para definir políticas públicas que favorezcan la preservación del patrimonio cultural, el acceso abierto al conocimiento y la reforma de la propiedad intelectual.

Hace tiempo que deseábamos ofrecer el testimonio de estos dos jóvenes profesionales argentinos sobre su singular proyecto de hardware libre para digitalización.  Quizás hoy, con la profundización de la crisis mundial en la que estamos inmersos, se hace más necesaria que nunca una reflexión global para la puesta en marcha de soluciones sostenibles, también en el campo de la documentación.

(Archivoz) ¿Cómo nació Bibliohack?

(Juan Pablo Suárez) Yo comencé a armar estativos para digitalización en 2011, siguiendo las indicaciones para el «modelo estándar» del foro diybookscanner.org, que eran muy simples de fabricar si tenías alguna práctica en carpintería. La idea surgió a partir de la inquietud de varias personas, como María Rosa Mostaccio de la Biblioteca de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, o Patricio Lorente de Wikimedia Argentina y de la Universidad Nacional de la Plata, que necesitaban iniciar proyectos de digitalización pero no disponían de recursos para adquirir equipos comerciales.

En ese entonces yo dedicaba mucho tiempo a una iniciativa llamada «Derecho a leer» (derechoaleer.org) que buscaba dar visibilidad a problemas relacionados con el acceso al conocimiento en internet, debidos a las restricciones de la propiedad intelectual. Entonces, al contribuir a hacer accesibles y económicas las tecnologías de digitalización también se facilitaba la posibilidad de que más gente e instituciones compartieran por las redes libros y documentos. Esa era la motivación principal de dedicar tiempo a conocer y desarrollar esta clase de recursos en aquella época. En el blog quedó documentado cómo fue este primer avance.

Un año después lo conocí a Matías, que trabajaba en el Colegio Nacional Buenos Aires, dependiente de la UBA, y tenía las mismas inquietudes respecto al uso de este tipo de tecnologías como una respuesta posible a la digitalización del acervo de la biblioteca. Con algo de financiación de la Asociación Cooperadora del Colegio y otros dos proyectos que surgieron (el archivo del Centro de Estudios Históricos de la Fuerza Aérea y archivo de un tribunal de la ciudad de La Plata) pudimos dedicarnos al proyecto con mayor intensidad.

[bctt tweet=»Comenzamos a pensar en cómo podían combinarse los saberes y prácticas provenientes de la cultura hacker con el funcionamiento de las instituciones culturales tradicionales, como bibliotecas, museos o archivos»]

En ese momento vimos que era necesario desarrollar nuestros propios diseños, programas y procesos para adaptarnos mejor a la realidad concreta con la que nos tocaba operar: el personal de las instituciones, los costos, los materiales de fabricación disponibles localmente, etc. Entonces empezamos a pensar en cómo podían combinarse todos estos saberes y prácticas que venían de la cultura hacker, el software libre y las comunidades colaborativas que emergen de las redes, con el funcionamiento de las instituciones culturales tradicionales, como bibliotecas, museos o archivos. Esto es básicamente la esencia del proyecto bibliohack.

(Matías Butelman) Mi primera experiencia con archivos y bibliotecas estuvo relacionada con el legado de mi abuelo, Enrique Butelman, fundador de la editorial Paidós. Durante muchos años de mi adolescencia revolví sus libros y papeles y me fui familiarizando con algunas intuiciones básicas mientras buscaba dar un orden a todo ese material. Pero la experiencia decisiva, creo, se dio en el Colegio Nacional de Buenos Aires, dependiente de la Universidad de Buenos Aires, donde empecé trabajando con la gestión de contenidos y la publicación en línea de información de diferentes áreas.

El CNBA es una institución de casi dos siglos, ubicada en la llamada Manzana de las Luces, donde se encuentra la Iglesia de San Ignacio, la más antigua preservada de la ciudad. Este aspecto es, ciertamente, decisivo para el Colegio, que es de esas instituciones en las que todo parece ser patrimonio: el edificio, los bancos de las aulas, los detalles de los claustros, las colecciones didácticas de los gabinetes de ciencias, la historia oral de sus generaciones. Y, claro, la biblioteca. Fue allí donde, en 2013, por iniciativa de la directora de la biblioteca Adriana Carreira, se dio inicio a un proyecto piloto para construir una biblioteca digital en la que exponer las colecciones especiales que custodian.

Yo sabía de Juan Pablo por el proyecto de digitalización que había desarrollado en la Facultad de Filosofía y Letras, donde yo estudiaba, y lo contacté para construir un dispositivo acorde a las colecciones especiales de la biblioteca del CNBA. En un primer momento se trabajaría con ciertos libros antiguos, de la época de la colonia, que habían llegado a la biblioteca en la década del 1930. Por su forma y estado de conservación, estos materiales requerían una manipulación especial. El escáner que Juan Pablo había construido en FFyL no se acomodaba a este tipo de materiales por lo que él propuso construir uno que contemplara la posibilidad de incluir impresos de mayores dimensiones. Esta fue la primera innovación que demandó el proyecto en el colegio. Pero además Juan Pablo, atento

Ensamblaje del último prototipo de escáner cenital de Bibliohack

Ensamblaje de escáner cenital en la Universidad Nacional de Colombia, BibloRed, Bogotá (2019)

a las dificultades de seguir las indicaciones del proyecto original de diybookscanner.org, rediseñó toda la estructura utilizando únicamente listones de madera y un modo de ensamblaje que podía prescindir de routers CNC, cuyo uso en ese entonces aumentaba el costo de fabricación de modo considerable.

La idea de bibliohack empieza a cobrar forma a partir de la experiencia que tuvimos en el CNBA, de ir resolviendo junto al equipo de bibliotecarias diferentes desafíos técnicos e institucionales, como lograr extraer a un archivo CSV los registros atrapados en la base MicroISIS – ¡aplicación que merece un capítulo aparte!-, descifrar las normas de catalogación utilizadas por la Universidad, elegir una aplicación web apropiada para exponer los registros y objetos digitales en internet. Notamos que cada uno de esos pasos podían en su mayor parte solucionarse con recursos que ya estaban abiertos y disponibles en internet, al igual que el escáner. No sin ejercer, a veces, un esfuerzo para dominar y adaptar esas herramientas.

No hay que perder de vista que, a pesar de ser una institución prestigiosa y centenaria, es una escuela secundaria, es una escuela pública y depende de la Universidad de Buenos Aires, que es una universidad enorme y pública de una ciudad de Argentina, que es parte de Latinoamérica. Todos estos aspectos son los que fueron dando forma a una respuesta que tuvo siempre presente la necesidad de ofrecer soluciones adecuadas a ese contexto.

Esto terminó de quedar claro cuando, después de haber construído un primer prototipo en la biblioteca del CNBA, pudimos construir algunos en otras organizaciones, como mencionaba Juan Pablo más arriba. Y lo que pudimos apreciar fue que las diferentes dificultades, los mismos obstáculos -vinculados a disponibilidad de herramientas,

Ensamblaje del último prototipo de escáner cenital de Bibliohack

Ensamblaje de escáner «en v» para Archivo del Agua, Mendoza (2018)

o apoyo de la gestión de sistemas, o presencia de personal capacitado en fotografía o propiedad intelectual, o prioridad en la agenda de la organización, por solo mencionar algunos- parecían replicarse de modos casi idénticos.

Fue entonces cuando empezamos a imaginar qué pasaría si aplicáramos lo que habíamos aprendido en foros y proyectos de internet (un modo de trabajo colaborativo, basado en la construcción de bienes comunes con documentación y código abiertos) a los desafíos que la transformación digital presentaba a bibliotecas, archivos y museos. Si pudimos replicar un escáner aprovechando la experiencia de que otros habían tenido, ¿por qué no podríamos resolver así otros problemas relacionados, como la gestión de metadatos o la publicación en línea de los catálogos? Y, del mismo modo, ¿por qué no podrían otros aprovechar lo que nosotros y las instituciones con las que trabajamos habíamos podido solucionar?

(Archivoz) ¿Cuál fue vuestra principal motivación para poner en marcha un proyecto de tecnología libre para bibliotecas, archivos y museos?

(JPS) La idea de que el conocimiento es un patrimonio colectivo y que es importante garantizar su acceso universal es un paradigma que guía tanto a las instituciones de la memoria como a las comunidades que sostienen a los proyectos del conocimiento libre. Entender las nuevas formas de la colaboración usando internet sin duda ha sido un gran hallazgo de estas últimas décadas, pero las instituciones tradicionales traen un activo muy valioso y robusto con ellas que es una larga tradición de ideas, discursos y prácticas que han hecho posible la provisión de los recursos humanos y materiales necesarios para sostener esta misión de preservación y acceso a través de geografías, épocas y contextos históricos muy cambiantes. Si tenemos en cuenta que en las comunidades digitales nos estamos preguntando como hacer para no perder los enlaces publicados hace un par de años apenas, creo que aún tenemos mucho que aprender. Así que la motivación tiene mucho que ver con llevar discursos de un lado a otro, ver cómo se articulan y ayudar a generar sinergias entre ambos mundos, que en realidad son uno solo.

(Archivoz) Hace tiempo que el software libre ha demostrado su eficacia y rendimiento en la gestión de los fondos documentales de las comunidades e instituciones. No obstante, el discurso de la ‘transformación digital’ remite con frecuencia a un modelo de negocio basado en la externalización de los procesos técnicos a través de equipamientos propietarios. ¿Podemos afrontar los desafíos de la digitalización sin asumir esas arriesgadas y costosas dependencias? ¿Es posible avanzar hacia la soberanía tecnológica? ¿Qué rol debe desempeñar hoy la cooperación profesional e institucional en nuestros archivos?

(MB) No hay dudas de que hoy en día gran parte de los procesos informáticos críticos de bibliotecas, archivos y museos pueden solucionarse con software libre y de código abierto. Hay ejemplos de sobra. En bibliotecas, el uso de Koha para la gestión integral de sus procesos. En archivos Archivematica, AtoM o Collective Access, que también es la opción indicada para la gestión integral de colecciones de museos. Omeka para exponer colecciones digitales. Repositorios en Islandora o Dspace. Gran cantidad de organizaciones alrededor del mundo hoy emplean estas herramientas de modo más que satisfactorio. La apuesta de bibliohack es que también los aspectos de hardware e incluso el flujo de trabajo completo de la apertura puede llevarse a cabo del mismo modo.

Pero, claro, la puesta en uso de esta clase de herramientas no está desprovista de aprendizajes y ensayos que muchas veces terminan en frustración. Que las herramientas estén disponibles no quiere decir que su adopción y adaptación sean automáticas. Este es justamente el punto de contar con profesionales de lo digital dentro de las instituciones. Su presencia contribuye no solo a permitir grandes lanzamientos de soluciones digitales con anuncios y publicaciones, sino también a producir las sucesivas versiones, arreglos y mejoras construidas al calor de la experiencia integral de una institución patrimonial. Un equipo in-house, a diferencia de un proveedor externo, puede construir y fortalecer la infraestructura de modo tal que cada nuevo proyecto digital sea más fácil de realizar, al tiempo que permite explorar nuevos desafíos y posibilidades. Un equipo in-house también puede responder y adaptarse en medio del camino ante imprevistos supuestos equivocados. El costo de las fallas se reduce y es posible maniobrar con mayor comodidad ante los inevitables imprevistos que lo digital siempre trae aparejados.

[bctt tweet=»Hemos visto abundantes ejemplos de contratación de servicios externos, generalmente costosos, que terminan muy mal, con toda clase de deficiencias, y no por ello se abandona el modelo»]

(JPS) Estas son precisamente la clase de cosas que los modelos de externalización de los servicios digitales no permiten, porque no es el negocio de las agencias ni están preparadas para ello. Nosotros hemos visto abundantes ejemplos de contratación de servicios externos, generalmente costosos, ya sea para digitalizar o gestionar una colección digital, que terminan muy mal, con toda clase de deficiencias, y no por ello se abandona el modelo de contratar un proveedor externo para realizar estas tareas. Hace falta un cambio en la cultura de nuestras organizaciones para incorporar estas tareas a su funcionamiento habitual: hay que estar dispuestos a aprender, y a tolerar esa frustración si elegimos la opción in-house.

(MB) Del mismo modo en que los especialistas en conservación de bienes culturales han ganado legítimos espacios en las instituciones, hay toda una serie de perfiles profesionales enfocados en informática, diseño, fotografía y propiedad intelectual que deben empezar a considerarse propios de las instituciones de custodia de patrimonio. Que las instituciones den lugar a estos saberes y prácticas las habilita también a contribuir con nuevas investigaciones y desarrollos. Invertir el rol de las instituciones de patrimonio, de consumidoras a productoras de conocimientos y soluciones, es quizás el horizonte final de su transformación digital como nos gusta entenderla: poner a bibliotecas, archivos o museos en la posición no sólo de desarrollar ellas mismas soluciones informáticas para sus procesos críticos sino también en la posición de colaborar con desarrollos impulsados por otras organizaciones de su propio sector o incluso de sectores más amplios.

Imaginar a las organizaciones GLAM como actores de peso propio en universo del open source puede parecer extravagante, pero ¿no abrevan la misma idea del código abierto y las formas de trabajo colaborativo del mundo tecnológico en la práctica colaborativa inherente a este tipo de instituciones? Si las grandes empresas pueden colaborar para bajar sus costos y asegurar su desempeño digital en un mundo cada vez más informatizado, ¿por qué no podrían hacerlo las instituciones tradicionales de la información que en contextos anteriores, previos a la invención de la computadora, ya lo habían hecho creando catálogos colectivos, censos de fondos e intercambios internacionales de piezas para colecciones etnográficas y arqueológicas?

Juan Pablo Suárez de Bibliohack presentando prototipo de escáner cenital

Juan Pablo Suárez presentando el primer prototipo de escáner cenital en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (2017)

(Archivoz) Está claro que digitalizar no es solo escanear, alojar y organizar los documentos. Para abrir verdaderamente nuestras colecciones resulta imprescindible conectar, enriquecer y difundir los registros. ¿Cuáles son las principales barreras y restricciones que podemos encontrarnos a la hora de implantar en nuestros archivos un auténtico modelo de acceso abierto?

(MB) Creo que lo primero es aceptar que abierto es un concepto difuso. A simple vista es una metáfora que parece referir a un acto de pura voluntad, como quien gira una llave o empuja una puerta. Los logos de los movimientos asociado a lo abierto abundan en estas imágenes. Pero en la mayor parte de los casos, me atrevo a afirmar, no hay ni llave, ni cerradura, ni puerta, porque cuando hablamos de abierto hablamos en general de información digital alojada en servidores, recuperable por diversos medios y reutilizable sin mayores restricciones. Y esto ya implica poder cumplir con una serie de condiciones como las que enumeramos antes y que en general no están dadas para muchos países y organizaciones.

(JPS) Además, “digitalizar” no es un mero cambio de soporte, es volver a editar una obra en un nuevo formato, con nuevos condicionamientos y nuevas posibilidades, y llevar a cabo ese proceso no es algo automático, y es el núcleo de lo que luego habilita el acceso digital. Cuando decimos “editar” nos referimos justamente a una serie de interpretaciones y juicios de valor que están más allá de los procesos técnicos.

(MB) Si lo que queremos es poder facilitar información en formato digital accesible y fiable en internet de modo sostenible en el tiempo para todo tipo de usos sociales debemos poder abordar el problema en sus diferentes dimensiones, de las más específicas a las más generales. Un nivel es el de las herramientas y las infraestructuras, del que ya hemos hablado.

Otro nivel es el de las capacidades y los recursos humanos, del que algo mencionamos también. Muchos problemas se derivan de la ausencia de competencias vinculadas gestión de metadatos y conocimiento de múltiples estándares de descripción, o fotografía e iluminación, o gestión de derechos, tanto de propiedad intelectual para bibliotecas y museos, como otros vinculados a privacidad, confidencialidad y demás en caso de archivos.

Un tercer nivel es el que podríamos llamar de las disposiciones institucionales. En países como la Argentina, de institucionalidades más bien frágiles, más allá de que existen una Ley de Acceso a la Información Pública o una Ley de Repositorios para las investigaciones científicas, la implementación de estas políticas sigue dependiendo, finalmente, de decisiones ejecutivas a nivel de cada organización.

Muchas discusiones, más aún en archivos, bibliotecas o museos de carácter puramente histórico, terminan centrándose en cuáles son las mejores formas de convencer e incentivar a directivos a compartir el material de modo irrestricto en Internet. Por fuera de cada organización también podemos preguntarnos si a nivel de las administraciones municipales, provinciales o nacionales existen políticas orientadas a asegurar el acceso, y con esto queremos decir políticas que justamente atiendan todos los niveles inferiores antes mencionados: decisiones institucionales, capacidades en planta, herramientas e infraestructura. Y la misma pregunta también creo es válida para los esfuerzos de cooperación internacional en temas de patrimonio y archivos.

En el caso de Argentina ha habido proyectos gubernamentales de forma intermitente y es por ello que hoy no existe en el país nada parecido a uno o varios portales de acceso abierto al patrimonio de museos, archivos y bibliotecas como si existen en varios países de Europa o, para no alejarnos de nuestro caso, en Chile. Por último, incluso las políticas a nivel de la administración pueden encontrarse con barreras de otro orden: las legales.

(JPS) En estos días hubo un debate en Estados Unidos a raíz de la iniciativa del Internet Archive de poner en línea un catalogo amplio de obras para apoyar al sistema educativo (National Emergency Library), que está privado de las bibliotecas físicas por el COVID19. La iniciativa provocó una airada protesta de asociación de editores y autores, que no dudaron de hablar de “piratería” a pesar que el acceso a las obras se hace cumpliendo todos los requisitos usuales en la bibliotecas actuales para el préstamo digital. Esto nos alerta de lo lejos que estamos todavía de llegar a una situación de acceso razonable.

(MB) Y eso que hablamos de Estados Unidos, donde hay excepciones dentro del Fair Use. En Argentina y otros países del continente las excepciones son un tema pendiente y urgente. La ausencia de un marco legal propicio para este tipo de trabajos y de políticas de gestión de información en el sector público desincentivan la inversión institucional en infraestructuras, procesos y capacidades vinculadas al acceso abierto.

(Archivoz) Bibliohack es un proyecto que comienza a trascender fronteras. ¿Cuál de sus logros -hasta el día de hoy- valoran más? ¿Qué otros desafíos tienen a la vista?

(MB) Haber podido establecer lazos con diferentes personas y grupos en todo Latinoamérica y más allá es quizás lo más estimulante de esta iniciativa. La sensación de poder valorar los esfuerzos realizados con visiones similares e integrarlos en perspectivas aún mayores es algo ciertamente satisfactorio. Colegas como Daniela Schütte de Memoria Chilena, Juan Pablo Angarita de la Biblioteca Digital de Bogotá, con quienes nos fuimos encontrando en medio del camino, hoy son aliados a la distancia sin quienes sería muy difícil imaginar nuestro proyecto. Hacia el futuro -quizás de modo inminente, vistas las circunstancias en que será publicada la entrevista- el desafío es sin dudarlo involucrar de modo definitivo a las organizaciones que nos apoyan, y a otras nuevas, en un proceso colaborativo como los que describimos más arriba.

(JPS) Para poner una nota de color, una cosa que valoro mucho, es que la mayoría de los lugares donde nos toca trabajar son edificios muy emblemáticos, o con historias particulares, por ejemplo la Academia Nacional de la Historia funciona en el antiguo Congreso de la Nación que ahora está preservado ¡adentro de otro edificio!, el propio Colegio Nacional Buenos Aires del que habló Matías es otro ejemplo, o el exótico Palacio de Aguas Corrientes, el edificio Alas de la Fuerza Aérea, o las ex-fabricas tabacaleras convertidas en instituciones culturales o educativas (como la sede de Filosofía y Letras de la UBA, o el Museo de Arte Moderno), en fin, es un extraño incentivo conocer por dentro muchos de esos lugares, así que si su biblioteca, museo o archivo esta en un edificio llamativo o exótico ¡no dude en llamarnos!

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