Hoy tenemos el placer de entrevistar a José López Yepes, uno de los mayores exponentes de la historia en el ámbito de la gestión de la documentación española y latinoamericana, impulsor de los estudios universitarios en biblioteconomía y documentación en España y uno de los mayores expertos en el campo de la epistemología de esta joven ciencia que hoy nos ocupa.
(Archivoz) Estimado Dr. Yepes, es un honor que participe en este medio, le agradecemos que nos dedique estos minutos. Nos gustaría empezar preguntándole, como primer catedrático de universidad en nuestra área del conocimiento, por el entorno universitario en nuestro ámbito. ¿Cómo fueron sus inicios y a qué dificultades tuvo que enfrentarse hasta conseguir que esta rama del conocimiento tuviera un espacio propio y diferenciado en la universidad?
(José López Yepes) Soy Licenciado en Filosofía y Letras (Sección de Filología Románica) desde 1968 y Doctor en Filosofía y Letras por la Universidad de Madrid (todavía no se utilizaba el adjetivo Complutense) desde 1971. En el curso académico 1969-1970 el profesor José Fradejas Lebrero me propuso como profesor ayudante de Literatura medieval en la misma universidad. En calidad de tal me mantuve hasta el curso académico 1975-76 en que ingresé como Profesor Agregado interino de Documentación en la Facultad de Ciencias de la Información. El cambio fue aparentemente muy extraño e inesperado. De hecho mi entrada en el mundo de la Documentación había comenzado en 1967 cuando me incorporé al recién fundado Fondo para la Investigación Económica y Social de la Confederación Española de Cajas de Ahorros dirigido por uno de mis grandes maestros, el profesor José María Desantes Guanter, luego catedrático de Derecho de la Información y persona que ponía el énfasis en la formación de investigadores y en la decisiva importancia de las fuentes de documentación y su acertado manejo como condición indispensable para llevar a cabo una buena investigación. Allí trabajé también a las órdenes del Dr. Juan Roger Rivière, jefe de Documentación internacional del CSIC, trabé estrecho contacto con Javier Lasso de la Vega (él me facilitó su ejemplar del famoso Tratado de Documentación de Otlet), me hice cargo de la biblioteca de la entidad, dirigí un Boletín de Documentación y organicé cursos de técnicas de documentación para responsables de bibliotecas y archivos de Cajas de Ahorros en la Universidad de Verano de Santander. En esos cursos participaban ilustres maestros como José Simón Díaz, Manuel Carrión, Javier Lasso de la Vega, José Manuel Ruiz Asencio, Isabel Fonseca, etc, Y en ese año 1975 se convocó el concurso-oposición para la cubrir la plaza de Profesor Agregado de Documentación en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid y fui invitado a ocuparme de la plaza interinamente. Tenía 29 años. Fue para mi un salto a lo desconocido. Dejaba la literatura medieval y lo hice con la conformidad de mis maestros los Dres. Fradejas y Simón Díaz. El Cuerpo de Profesores Agregados era una antesala de la futura cátedra y fue la primera plaza de profesor numerario de Documentación que se dotó en la universidad española. En 1980 obtuve la plaza de catedrático, hace cuarenta años. La dotación de la plaza se debió a la a inclusión de la asignatura en el plan de estudios de 1971, creo recordar, y al impulso del citado profesor Desantes y del profesor Alfonso Nieto, catedrático de Empresa informativa, más tarde rector de la Universidad de Navarra.
El concurso-oposición constaba de seis ejercicios que valoraba un tribunal compuesto de seis miembros elegido por sorteo y un presidente designado por el Consejo de Universidades. Tuve una coopositora, una contrincante, como se decía entonces, una ilustre archivera, la Dra. Vicente Cortés, mujer de gran carácter y personalidad. Fue la primera en felicitarme al término del concurso, un 28 de enero de 1978, festividad de Santo Tomás de Aquino. Nevaba en Madrid. Tengo de ella un admirable recuerdo. Mi paso a esta etapa académica se apoyó en personas e instituciones y en los escritos de autores pertenecientes al Cuerpo Facultativo de Archivos y Bibliotecas, a la Escuela de Documentalistas, a los estudiosos del Centro de Información y Documentación del CSIC y a los trabajos de docentes de la Universidad de Valencia como el Dr. López Piñero, fundador de la escuela de la documentación médica, o de la Dra. Mateu Ibars, entre otros.
En el mismo año 1978, así lo recuerdo, el Ministerio de Educación convocó una reunión con una subdirectora apellidada Martí Devese a la que asistí con el profesor Simón Díaz y varias representantes de la Escuela de Bibliotecarias de la Diputación de Barcelona, como la profesora Carme Mayol, que habían solicitado al Ministerio que las enseñanzas de bibliotecología tuvieran ya validez oficial y se incorporaran a las universidades. Esta reunión dio como fruto un plan-marco de estudios. En ella se acuño la denominación Biblioteconomía y Documentación, tras una simpática discusión cuyos detalles me reservo. Por ello se denominaron así las nuevas escuelas universitarias que otorgarían título de Diplomado en Biblioteconomía y Documentación.
Para contestar a la segunda parte de la pregunta, es decir, qué acciones tuve que llevar a cabo para dar visibilidad y personalidad a nuestra área lo hice con la ayuda entusiasta de mis colegas y de personas como los rectores Gustavo Villapalos y Rafael Puyol, el decano Angel Benito, la Dra. María Ruiz Trapero y el vicerrector Benjamín Fernández. Enumero las que considero más notables: 1) En primer lugar que la plaza objeto del concurso-oposición no quedara desierta. Había opiniones que no concedían carácter científico a nuestra disciplina. Al no haber precedentes hubo que establecer el concepto de la disciplina, lo que dio lugar, posteriormente, a mi libro Teoría de la Documentación (1978), más tarde en una segunda edición llamado La Documentación como disciplina. Teoría e historia (1995).2) Fortalecimiento académico mediante la creación del Departamento de Documentación en la Facultad de Ciencias de la Información de la UCM y de la revista Documentación. de las Ciencias de la Información que puse en marcha en 1976 y hoy en vigor, 3) Creación de la Escuela Universitaria de Biblioteconomía y Documentación de la UCM en 1990, que dirigí ocho años, período al que debe sumarse s la fundación de la Revista General de Información y Documentación en 1991 y, un año antes, la Escuela de la Universidad de Murcia para cuya puesta en marcha fuí llamado por el rector de aquella universidad: 4) Fomento de la investigación mediante el apoyo para la creación de doctores, 5) La organización en el año 2000 del primer (y único hasta ahora) Congreso Universitario de Ciencias de la Documentación, 6) La dirección de la primera colección de monografías sobre nuestro campo en la Editorial Síntesis, 7) La puesta en práctica de un Máster de Documentación para posgradudos en cuya gestación tuvo un papel relevante nuestra querida y llorada compañera fundadora de SEDIC, la Dra. Emilia Currás. Asimismo, la creación de la Licenciatura de Documentación supuso un éxito para nuestro campo ya que ello permitía la instauración de los doctorados, etc. En estos últimos años, diversas universidades han ido adaptando sus planes de estudios enfocándolos hacia conocimientos más prácticos de la mano de las tecnologías y de los contenidos digitales.
(Archivoz) En estos últimos años, diversas universidades han ido adaptando sus planes de estudios enfocándolos hacia conocimientos más prácticos de la mano de las tecnologías y de los contenidos digitales. ¿Cómo valora usted esta evolución? ¿Cómo ve el futuro de estos estudios universitarios y el equilibrio entre el desarrollo de la técnica frente al espacio dedicado al estudio más profundo y reflexivo dentro de estas titulaciones?
(JLY) Como se sabe, el uso de las tecnologías y los contenidos digitales ha hecho posible guardar grandes cantidades de información, poderlas recuperar al instante y de poderlas difundir en el ciber espacio, en suma, una capacidad otorgada al individuo de publicar con relativa facilidad, lo que ha hecho crecer exponencialmente el número de documentos, incluidos los científico, sin perjuicio de reconocer unánimemente que las nuevas tecnologías nos han permitido obtener mucha información y en muy poco tiempo, lo que ha logrado acelerar los avances de la investigación en todas las áreas de conocimiento y las lógicas repercusiones a favor de la comunidad social. Si tenemos en cuenta que hace años solo podía publicarse lo que era valioso, la nueva situación ha hecho que se haya introducido la cultura de la evaluación permanente porque los docentes e investigadores nos jugamos “vidas y haciendas”. Esto ha motivado el protagonismo de las agencias de evaluación, la búsqueda incesante de herramientas de evaluación para tratar de descubrir la calidad de las publicaciones. En mi modesta opinión estas circunstancias, realmente inevitables, nos ha llevado, tal vez, manejar a veces la información obtenida en una primera búsqueda superficial, a propiciar un exceso de las métricas, de lo cuantitativo y, sobre todo, a olvidar a veces que debemos investigar para resolver problemas de calado, es decir, por el otium provechoso y no simplemente para ser mejor evaluados. Consideremos asimismo los problemas éticos derivados de algunas de estas circunstancias.
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Por lo demás, que los planes de estudios se vayan adaptando al uso de las tecnologías y de los contenidos digitales es obvio que afecta a todo tipo de disciplinas aunque se debe tratar de mantener las diferencias entre herramientas- que es lo accesorio- y enriquecimiento y transformación de contenidos que es lo esencial. En el caso de nuestra disciplina nos mantenemos en una mutación permanente debido a lo anterior y a las cambiantes necesidades de información de la sociedad lo que provoca que el individuo adquiere cada vez más capacidad de autodocumentación. Ello se refleja en los planes de estudios que deben avizorar el cada momento que clase de profesional debemos formar. En este contexto, hay tres conceptos que siempre se mantienen en constante reflexión: la naturaleza de la disciplina, la del documento y la del profesional de la información en la era digital.
(Archivoz) ¿Cómo está afectando a nuestra área de estudios el auge constante de las tecnologías audiovisuales-multimedia, las redes sociales como YouTube o académico-científicas como Academia.edu y Researchgate.net, y la producción y difusión audiovisual-multimedia del conocimiento sobre biblioteconomía y documentación?
(JLY) Enlazando esta respuesta a la pregunta anterior, es evidente que YouTube es un formidable instrumento del que, incluso yo mismo, hago uso en mis últimos trabajos de lectura crítica. En cuanto a las redes académico-científicas pienso que pueden contribuir a hacer debates y manifestar opiniones que puedan contrarrestar los posibles sesgos de la evaluación de los revisores de artículos. Su uso con más frecuencia podría recordar las polémicas públicas que han hecho avanzar los campos científicos en tiempos anteriores.
En cuanto al evidente auge de las tecnologías audiovisuales y multimedia, no puedo dejar de poner de relieve la gestión que ha llevado nuestro departamento en pro de la documentación audiovisual y multimedia cristalizada en la promoción de redes y eventos internacionales y propiciando otras tareas en ese sentido como ha sido la publicación de los Cuadernos de Documentación Multimedia.
Finalmente, yo también llevaría estos aspectos de la pregunta al ámbito de la formación del documentalista o profesional de la información documental. En efecto, este profesional es verdaderamente un comunicador ya que forma parte de un proceso en que informaciones procedentes de procesos anteriores se transforman en las unidades de información (archivo, bibliotecas, etc.) para convertirlas en fuente efectivas para la producción de nuevas informaciones. Frente a la información de actualidad que es la que pasa y se olvida, la información documental es la que, con vocación de eternidad, se presta a ser reutilizada en función de reinterpretaciones por personas, en tiempos y lugares diferentes. Es, en fin, información de lo que queda. En este contexto el profesional de la información documental genera un valor añadido al torrente informativo de nuestros días tratando de detectar la veracidad y utilidad de los contenidos para llevarlos al usuario del modo más eficaz posible.
(Mañana 5 de enero de 2021 se publica la segunda parte de esta entrevista realizada el 18 de noviembre de 2020)
Entrevista realizada por Victor Villapalos
Imagen de portada por Antonio Peiró