Como Historiadora del Arte, el amor y la vocación por las Humanidades es algo que  llevo dentro desde la infancia. No es algo que se pueda racionalizar. Simplemente se siente, y a medida que uno se hace mayor, lo va cultivando y dirigiendo a aquellas disciplinas que más le atraen. En mi caso el interés y la pasión se focalizaron por el estudio del Arte Antiguo y Moderno y todo lo que lo hacía posible. Desde saber qué impulsaba a los artistas a desarrollar sus creaciones, de qué forma las desarrollaban técnicamente y cómo ellos y sus obras eran recibidas por sus contemporáneos.

Este interés fue lo que me llevó a estudiar Historia del Arte, centrándome en Historia y Arte Medieval, pero teniendo siempre una gran pasión por el Arte Europeo de Entreguerras, aunque este hecho, a priori, pueda parecer contradictorio.

Uno de los elementos que más me fascinó, supongo que inspirada por mi Profesor de Arte de Antiguo y Medieval, era el uso recurrente y necesario que él hacía de las fuentes escritas coetáneas de las obras que estudiábamos en las distintas clases. Era a partir de recurrir a las fuentes documentales (algunas de ellas publicadas y otras inéditas, conservadas en archivos) que las obras adquirían otra dimensión, más allá de la simple descripción formal, y que, por tanto, permitía que reviviese su esencia primigenia.

Ante esta realidad mis estudios me proporcionaron una nueva perspectiva en la concepción Histórico-Artística, convirtiéndose en un proyecto vital, en aquel momento presente, y, como años más tardes he comprobado, futuro.

Como Historiadora del Arte, mi prioridad es la de desarrollar la investigación para recuperar, restituir y restablecer la memoria e identidad de obras que en muchas ocasiones, por circunstancias diversas, se ha desvanecido. Es por esto, que resulta esencial, contar con la información que los documentos (contemporáneos o posteriores) nos ofrecen. Es de este modo como se puede restituir y reconstruir la Historia de las piezas y poder conocer, o como mínimo aproximarse, a su autor, al comitente, a cómo tenía que ser la obra, a qué sitio se tenía que ubicar, y muchos otros ítems que enriquecen la identidad de la pieza.

Poder tener acceso a todos estos datos no siempre es posible, ya que en demasiadas ocasiones los fondos documentales de muchos archivos han sufrido importantes pérdidas (mayoritariamente por causa de los conflictos bélicos de nuestro país). En este caso, cuando no tengo oportunidad de documentar con fuentes de archivo las obras sobre las que investigo, la identificación y adscripción de las piezas debe hacerse mediante estudio formal y comparativo con otros autores y obras con las que poder ponerlas en relación, tanto por cronología como por topografía. De este modo, es como en muchos casos, se pueden adscribir a sus creadores, muchas obras de las que no se conoce la documentación contractual, y así aumentar y enriquecer los diferentes corpus de obra, y también, la identidad y periplo del artista, aunque en ciertos casos no podamos conocer su nombre y se deba bautizar con el topónimo de la primera población conocida por la que trabajó.   

Los casos de estudio son muy diversos, y como más antigua es la obra de arte, más complejo resulta poder conocer su trayectoria, ya que su memoria puede haberse diluido con mayor facilidad, debido a que resulta más complicado poder encontrar testimonios y evidencias escritas que nos aporten un testimonio fiable lo más imparcial posible, para poder restituir la personalidad de la obra.

Frontal de altar dedicado a los martirios de santa Tecla con san Pablo acogiendo a la virgen mártir. Mármol. Ubicado en el ábside central de la catedral de Tarragona. Ca. 1198 – 1220 (© Foto Mia Alsina)

Afortunadamente como Historiadora del Arte cuento con la gran ventaja de los testimonios gráficos, dónde se plasmaron y reprodujeron, en gran número de ocasiones, los Bienes a estudiar (en ocasiones a posteriori a su realización), ya fuese en pintura, grabado, dibujo, y posteriormente, en fotografía y registros audiovisuales. Por lo tanto se suma un elemento más a la ecuación de mis investigaciones, resultando esencial la búsqueda en gabinetes de dibujos y grabados, así como los depósitos de obra gráfica de archivos, museos, biblioteca, fundaciones e instituciones particulares. Por fortuna, muchas de estas reproducciones fueron realizadas por artistas que, con mucho interés y sensibilidad, se dedicaron a plasmar dichos Bienes, y por lo tanto, la aproximación a su apariencia real es de gran fiabilidad. Teniendo en consideración los múltiples conflictos bélicos de nuestro país, donde el patrimonio resultó altamente damnificado, si no fuese por estas imágenes, la identidad de gran cantidad de obras no habría llegado hasta nuestro conocimiento.

Otro recurso de gran relevancia es el de la literatura y crónicas de viajes que personajes pertenecientes a ámbitos de los más variopinto tuvieron el acierto de plasmar en las páginas de sus cuadernos. Igual que sucede con la documentación gráfica conservada, en gran cantidad de ocasiones, dichos relato que funcionan como dietarios o incluso memorias, nos aportan descripciones ricamente detalladas de elementos patrimoniales que hoy en día ya no se conservan, o que, si lo hacen, pueden encontrarse en un estado de conservación muy deteriorado.

Llegado este punto y con el corpus documental recopilado, y el estudio formal y comparativo de la obra y el artista en su contexto histórico realizado, es el momento de poder reflejar, de la forma más fiel posible, las conclusiones a las que se ha podido llegar. Gracias a la tecnología 3D, que permite reconstruir muchas obras perdidas o altamente damnificadas, se puede restablecer en gran parte, la identidad original de las obras, e incluso hacer restituciones virtuales para presentarlas en sus ubicaciones originales.

Así pues, me resulta muy gratificante ver y experimentar como la Historia del Arte es una disciplina viva que crece constantemente, aportándonos nuevos datos y elementos que nos permiten ampliar la perspectiva, así como focalizar en aspectos concretos. Y más, hoy en día, con todas las aportaciones que las nuevas tecnologías y medios audiovisuales interactivos nos aportan, permitiendo aproximar mucho más el Arte y su Historia a toda la población, enriqueciéndonos tanto a nivel individual como colectivo.

Es en momentos de incertidumbre y stress colectivo, como los que estamos viviendo, en lo que todo tiene que ser inmediato y con resultados a corto plazo, que más necesario resulta romper una lanza a favor del buen uso del tiempo, la calma y la paciencia, valores que nos bridan las Humanidades. Y qué mejor ejemplo que la búsqueda de archivo para comprenderlo. Solamente así podremos llegar a una reflexión útil y crítica que nos permita crecer y evolucionar como individuos, y por ende, como colectivo.

Partiendo del principio que el estudio requiere tiempo y maduración, la organización de los distintos proyectos de estudio y catalogación de obras de arte, deben partir del hecho de ofrecer la máxima atención a la pieza, así como a las personas e instituciones que las custodian, ya que son ellas quien dedican gran esfuerzo a su cuidado y conservación.

 

Portada: Pere Joan. «San Jorge matando el dragón». Escultura en piedra ubicada en la fachada gótica de la calle del Bisbe del Palau de la Generalitat. Barcelona. Ca. 1420 (© Foto Mia Alsina)

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