Desde 2010 y hasta el año próximo han tenido y tendrán lugar las conmemoraciones de los hechos que condujeron a la independencia nacional. En dicho proceso histórico tuvieron un papel principal varios hombres formados en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, institución que ha aprovechado la efeméride para conocer mejor esas historias, parte asimismo de la historia nacional. Por esos días de la naciente república, el Colegio del Rosario era un instituto más que centenario, fundado por el dominico burgalés y arzobispo de Santafé fray Cristóbal de Torres, en 1653. Para su colegio, el señor Torres siguió el modelo salmantino y ello explica que los pretendientes a las colegiaturas debieran llenar el trámite de las informaciones de limpieza de sangre. En principio, el trámite se interesaba en probar que el postulante y sus ancestros fueran hijos legítimos, que fueran castellanos y cristianos viejos, si habían desempeñado oficios viles y si habían sido penitenciados por algún tribunal. Tal era lo que interesaba averiguar en unas informaciones de 1668.
Cambia el siglo y crece el cuestionario: en 1753, había que demostrar que los casamientos eran y habían sido iguales en nobleza o si habían dejado el uso de alguno de los apellidos. Otra novedad, que nos devuelve al principio y justifica la digresión: el pretendiente y su familia debían comprobar no haber sido traidores a la Corona. Es aquí donde estos papeles cobran vida. Tomemos el caso muy conocido de Camilo Torres (sus informaciones, aquí). Había nacido en Popayán (1766) y presentó informaciones para vestir la beca del Colegio en 1788. El padre, don Jerónimo Francisco, a su vez había presentado informaciones para pasar de su natal Lumbreras (La Rioja) al Nuevo Reino. A los dos años, se recibe de bachiller y doctor en Derecho canónico. En 1796, el rey Carlos IV le concede título de abogado de las Audiencias y demás Tribunales de las Indias. Termina el siglo y principia el siguiente sirviendo la cátedra de Derecho civil; monotonía y fidelidad que vendrá a romperse cuando firma el Acta de Independencia de España, en 1810.
Uno no puede menos de pensar que, en 1816, cuando lo fusilaron por traidor, Camilo Torres debió de recordar el día en que presentó sus informaciones. A la séptima pregunta, a saber, “si alguno de estos ha sido trahidor à la Real Corona”, el primer testigo respondió “que de ningún modo se ha verificado jamas en los dichos el espíritu de la pregunta”.